Como ya hemos escrito anteriormente, los juegos de mesa nos ayudan a desarrollar diferentes habilidades cognitivas y sociales, pero hoy me gustaría hablar de una muy particular: la habilidad de darnos cuenta de nuestras propias limitaciones.
Los seres humanos muchas veces pensamos que nuestras habilidades no tienen límite. Nos hemos acostumbrado a escuchar frases como “si lo sueñas, puedes lograrlo”, “si te esfuerzas, puedes lograr lo que te propongas”,”you can do it” y muchas más por el estilo…
¿Pero qué sucede cuando no lo logras? ¿Y si de pronto te das cuenta que tal vez nunca vas a lograr eso que te habías propuesto ¿Qué pasa si en algún momento te das cuenta que tu potencial no es ilimitado, y que aunque has pasado toda tu vida tratando de ser el mejor, hay alguien del otro lado del mundo –o incluso, a la vuelta de la esquina– que es mejor que tú?
Y a veces no se trata solo de lo que tú haces o dejas de hacer; muchas veces hay factores externos, completamente ajenos a ti, que contribuyen o impiden que alcances tus metas y objetivos, como la situación actual de la pandemia.
Caer en esa realidad puede ser devastador. Es ahí donde los juegos, no importa a qué edad, pueden ayudarnos a desarrollar la tolerancia a la frustración, aprender a perder, a perseverar y, sobre todo, a encontrar caminos que no eran necesariamente los que te habías planteado en un inicio.
En nuestros talleres en los que presentamos juegos a mamás y papás (algunos con un rango de edad a partir de los 6 años), al final de las actividades les preguntamos cómo se sintieron al jugar entre ellos. Muchos hablan de lo divertido que fue, de la oportunidad de jugar sin preocupaciones, y algunos, valientes y reflexivos, hablan de lo frustrados que se sintieron mientras trataban de entender las reglas, lo cohibidos que estaban al ver que a otros no les costó ningún trabajo, preguntándose a sí mismos el porqué de esto. Gracias al juego, logran ponerse en los zapatos de sus hijos y en el sentimiento que pueden tener cuando no pueden entender a los adultos y sus reglas.
Eso es algo de lo que te da el juego: pequeñas dosis de derrota, pequeñas dosis de enojo a las que te enfrentas si cierta cosa en el juego no te salen como esperabas, pequeñas dosis de consecuencias por las decisiones tomadas.
Cuando pierdes en el juego, realmente no estás perdiendo. Al mover aquí o allá cierta pieza, estás manejando el estrés y encontrando elementos internos que te ayuden a sobreponerte, a crecer tu resiliencia y tu capacidad de adaptación, y con esto, encontrar la forma de superar las pérdidas. Cuando pierdes en el juego, estás ganando habilidades para la vida.
En estos tiempos de crisis (junio 2020) la capacidad que tengamos de pensar fuera de la caja y adaptarnos a las diferentes circunstancias que se presenten, nos ayudará a sobrepasar esto de mejor forma y tal vez, volvernos mejores.
Hay que disfrutar el juego aun cuando perdemos, si lo logramos, encontraremos muchos momentos de felicidad en la vida.
Tips para papás:
Ayuda a tu hijo a nombrar sus emociones mientras está jugando, ya sea que gane o pierda, pero sobre todo pon el ejemplo nombrando tus propias emociones al jugar. Las neuronas espejo le ayudarán a aprender de forma natural cómo debe hacerlo.
Si a tu hijo le cuesta mucho perder, empieza por juegos cooperativos. En ellos, todos ganan o todos pierden, y así podrá ver cómo reaccionan los demás miembros de la familia al perder. En otro momento haremos un post sobre ellos.